Gobierno promete revolución en la CTM: ¿Cambio real o puro cuento?

Omar Paganini en el Parlamento: entre promesas de reforma y la sombra de la duda, ¿logrará el gobierno cambiar el rumbo de la CTM?

Frente a años de manejo cuestionable, el gobierno finalmente se pone las pilas para reformar la CTM. ¿Estaremos ante un cambio histórico o es solo más de lo mismo?

En una jugada que sorprendió a propios y extraños, el Ministro de Relaciones Exteriores, Omar Paganini durante la comparecencia al parlamento bajo el regimen de Comisión General, salió al cruce de las críticas con un plan de reforma para la Comisión Técnica Mixta (CTM). Con un historial de gestión que levanta más cejas que aplausos, el gobierno se lanza al ruedo prometiendo cambios profundos. ¿Pero cuánto hay de nuevo bajo el sol?

Según Paganini, esta vez es diferente. La auditoría de gestión y las nuevas herramientas de control prometen traer la tan ansiada transparencia a una entidad que, hasta ahora, parecía jugar más en las sombras que en el campo de la eficiencia. Pero, con un pasado de promesas incumplidas, el escepticismo reina.

La CTM, ese bastión de la soberanía energética y el desarrollo económico del país, según palabras del ministro, necesita más que un lavado de cara. Necesita una cirugía mayor. Y en este quirófano de reformas, el gobierno se viste de cirujano prometiendo extirpar los males que la aquejan.

El proyecto de ley presentado busca ser el bisturí que corte de raíz los problemas de discrecionalidad y falta de claridad. Pero, ¿será suficiente? ¿O estamos ante otro acto de magia gubernamental donde el conejo simplemente cambia de sombrero?

En un país donde la confianza en las promesas políticas es tan volátil como el clima, el llamado a la acción de Paganini genera tanto esperanza como dudas. La CTM, con su importancia crítica para el Uruguay, merece más que palabras. Merece acciones concretas.

Así que, mientras el Parlamento debate y el gobierno promete, la ciudadanía mira con lupa, esperando que esta vez, las promesas se traduzcan en realidades. Porque en el juego de la confianza, el gobierno ya ha gastado muchas de sus vidas.