Basta Ya

Basta Ya

Dr.Alvaro Vero

Por el Dr. Alvaro Vero
Esp. en Salud Pública

No se sabe si era dengue o no, pero lo que sí se intuía era que Salto, una vez más, iba a registrar las cifras más altas del país, como ya había ocurrido el 3 de mayo de 2021 con el Covid-19, según el New York Times, donde la tasa por cada 100,000 habitantes era la más alta del mundo.

Hoy, debemos guardar luto y respeto por un nuevo fallecimiento inesperado de un joven profesional de la salud. Esto no es una crítica por mera ofensa política; estamos lejos de eso. Simplemente, es que la decadencia de la salud departamental es un hecho medible, que causa consternación y que se origina en las oscuras raíces de las designaciones de sus autoridades, tanto públicas como privadas.
Y llegó el dengue. Con la epidemia al otro lado del río, era de esperarse, junto con otras enfermedades infectocontagiosas, la falta de estrategias para la salud mental, la desconocida situación de las enfermedades renales y, por supuesto, las cardiovasculares que solo se miden por el número, quizás excesivo, de los stents coronarios, pero sin una perspectiva epidemiológica y, por lo tanto, solo con el foco en ganancias y negocios, con dirigentes políticos, por un lado, y empresarios médicos por el otro, vigilando sus intereses.
El lector se preguntará qué se puede hacer. En primer lugar, estudiar y calificarse; segundo, investigar, y para eso es necesario tener un plan y una estrategia a seguir a corto y mediano plazo, en la cual hay que creer.
En todos los países donde se ha estudiado la relación entre estrato social y enfermedad, se ha demostrado las elevadas tasas de enfermedad y discapacidad en los sectores más postergados. Ahí radica la población prioritaria. Los profesionales de la salud, principalmente de la Atención Primaria, deben desempeñar un papel importante en la implantación de la promoción de salud. La propuesta básica es la promoción de la salud, orientada a la calidad de vida y a una comprensión amplia de la misma.
A medida que aumenta el costo de cuotas y tickets por parte de las corporaciones médicas, la participación comunitaria se hace cada vez más difícil. En el ámbito privado, la población no puede reclamar sus derechos ni los procesos debidos, y el sistema a nivel nacional ha tomado una orientación mercantil, definiéndose como el «desguace» del sistema público. ¿Cuántos años de fracaso nos esperan con esta estrategia? La intervención sobre el cambio de comportamiento individual y los estilos de vida podría ser el camino correcto. La promoción de la salud capacita a individuos y comunidades para controlar los determinantes de su salud.
Supone el compromiso de disminuir las desigualdades, incrementar el ámbito de prevención, favorecer la participación y fortalecer los servicios de salud comunitarios, así como la creación de entornos saludables donde las personas estén capacitadas para cuidarse a sí mismas y a la salud colectiva.
No podemos ser ajenos a la visión de adolescentes embarazadas infelices, niños víctimas de abusos, mujeres deprimidas, ancianos solitarios, hombres incapacitados por enfermedades incurables o intentos de suicidios fallidos. Esta orientación es tan o más necesaria que la tecnología. La salud no se limita a la compra de equipos o donaciones diversas; es necesario separar lo esencial, lo trascendental, priorizar y cumplir con las normativas.
No es lo mismo autorizar o no estudios costosos en una mutual que ocuparse de la salud; son temas diferentes, pero se ha confundido la burocracia médica con la salud, decoraciones y construcciones menores sin comprender enfermedades como la diabética, renal o cardiovascular, poniendo intereses personales sobre los colectivos, con accionistas que planifican para sí.
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