La polémica crece en comunidades rurales ante denuncias de maltratos y enseñanza religiosa en instituciones educativas públicas.
El silencio de las autoridades frente a las denuncias de maltrato y enseñanza religiosa en escuelas públicas indigna a las comunidades rurales.
Graves denuncias en escuelas rurales: entre maltratos y prácticas religiosas que violan la laicidad
En el silencioso paraje de Salto Grande, donde la escuela rural N.º 70 solía ser un refugio educativo, se vive un drama que combina denuncias de maltrato, desconfianza en las autoridades y una comunidad que parece quedar al margen de soluciones. Padres de familia, entre la indignación y el agotamiento, aseguran que la directora señalada por prácticas abusivas sigue en su puesto, mientras el éxodo de estudiantes vacías las aulas. Hoy, apenas cinco o seis niños asisten a una escuela que alguna vez fue el epicentro educativo del lugar. La docente encargada de los niveles iniciales y primeros grados también se retira, incapaz de soportar el ambiente de tensión.
"Nos sentimos abandonados", comenta una madre, mientras señala los portones casi siempre cerrados de la institución. El silencio que reina en la escuela refleja no solo la ausencia de estudiantes, sino también la de soluciones. A pesar de las reiteradas denuncias y la movilización de las familias, las autoridades educativas no han tomado decisiones claras. "Nos ignoraron. Estamos en el mismo punto, pero con menos niños", lamenta otro padre.
Religión en la escuela: la controversia en la N.º 45
A escasos kilómetros, en la escuela N.º 45 de Colonia Garibaldi, la situación parece más compleja, con denuncias que ponen en jaque no solo la gestión de la directora, sino también la esencia misma de la educación pública laica. Según relatan madres de alumnos, la directora lleva años impartiendo prácticas religiosas en un establecimiento que, por ley, debe mantenerse alejado de cualquier enseñanza o acto vinculado a la religión. "Hace que los niños recen, lean la Biblia y hasta los ha bautizado en un arroyo cercano", denunció una madre, visiblemente afectada.
La directora, dicen las denunciantes, prohíbe actividades como el fútbol porque, según ella, "es cosa del diablo", restringe la vestimenta de las niñas y ha llegado a arrancar objetos religiosos que no correspondían a sus creencias, como una cadenita del Padre Pío. . “Es una persona que no debería estar a carga de niños”, aseguran las madres, quienes han presentado pruebas contundentes ante la inspección escolar. Sin embargo, tras una breve separación de su cargo, la directora fue restituida, lo que generó aún más descontento entre las familias.
Temor y silencio: un obstáculo para la justicia
De los 111 alumnos que asisten a la escuela N.º 45, solo ocho familias han presentado denuncias formales. El resto teme represalias o simplemente ha optado por el silencio. Incluso algunos exalumnos, ahora mayores de edad, están dispuestos a testificar sobre las prácticas religiosas impuestas durante años en esta escuela pública. "Esto no es nuevo. Muchos crecimos pensando que teníamos que rezar para ser aceptados en clase", confesó un exestudiante, que asegura que lo bautizaron sin su consentimiento.
Las madres que han liderado la denuncia relatan cómo enfrentar un sistema burocrático que parece darles la espalda. "Fui a la inspección con mi hijo para que contara lo que vivió, pero dijeron que le harían un seguimiento que nunca llegó", dijo una madre. La frustración es tal que las familias decidieron contratar a un abogado para que interceda. "Nos tratamos como si estuviéramos mintiendo. Ya no sabemos a quién recurrir", agregó otra mujer, con lágrimas en los ojos.
El impacto en los niños y la comunidad
El efecto de estas situaciones en los estudiantes es devastador. "Mi nene no quiere ir a la escuela. Hoy lo dejé llorando porque no entrar", expresó una madre. El miedo, la confusión y la falta de respuestas están dejando marcas profundas en los niños y en la comunidad. Mientras tanto, las denuncias contra la directora siguen acumulándose, sin que se tomen medidas definitivas.
En ambas escuelas, el denominador común es la sensación de abandono. Los padres no solo luchan por la educación de sus hijos, sino también por un sistema que respeta la legalidad, garantiza el bienestar de los estudiantes y escucha las voces de quienes más lo necesitan. ¿Hasta cuándo las autoridades seguirán mirando para otro lado? Es la pregunta que resuena en Salto Grande y Colonia Garibaldi, donde cada día perdido es un golpe más para una educación pública que, en teoría, debería ser ejemplo de inclusión, laicidad y respeto.
Descarga nuestra app para acceder a Salto al Día en tu móvil:
Descargar App (ZIP)