El IRPF, creado en 2007, sigue marcando el debate fiscal en Uruguay, mientras los candidatos prometen cambios para aliviar a los contribuyentes.
El IRPF, introducido en 2007, es un tema clave en Uruguay. Yamandú Orsi promete no aumentar los tributos, pero busca simplificar el sistema fiscal.
Cuando se habla de impuestos en Uruguay, uno de los primeros que viene a la mente es el IRPF. Este tributo, introducido en 2007 durante el gobierno de Tabaré Vázquez, no solo marcó un punto de inflexión en el sistema fiscal del país, sino que también se convirtió en un tema de conversación permanente. Si algo queda claro, es que hablar de impuestos en una campaña política uruguaya es como abrir una caja de Pandora.
Y en ese contexto, Yamandú Orsi, candidato a la presidencia por el Frente Amplio, no dudó en hacer una afirmación tajante: “No vamos a aumentar los impuestos” . Con esta frase, Orsi buscó calmar las aguas, dejando en claro que su plan no contempla subir tributos, sino simplificar el complicado esquema fiscal actual, al que calificó de “innecesariamente complejo”.
Un tema que siempre vuelve
Aunque la promesa de Orsi es clara, el IRPF sigue siendo una piedra en el zapato para muchos. Este impuesto, que fue parte de una ambiciosa reforma tributaria liderada por el entonces ministro de Economía, Danilo Astori, tenía un objetivo claro: lograr una mayor equidad fiscal. La idea era que quienes más ganaran, más aportaran. Sin embargo, desde su implementación, el IRPF no ha dejado de generar opiniones encontradas.
Por un lado, sus defensores lo ven como una herramienta esencial para financiar políticas sociales y redistribuir la riqueza. Por el otro, hay quienes sienten que este tributo se ensañó con la clase media, un sector que percibe con claridad cómo cada mes el IRPF "muerde" su salario.
"Te dicen que es progresivo, pero al final del día, el que trabaja es el que siente el impacto", comentó un trabajador en una conversación casual sobre el tema. Este tipo de opiniones son comunes y muestran cómo, aunque el impuesto tiene sus beneficios, también deja un sabor amargo en el bolsillo de muchos uruguayos.
¿Qué dice la historia del IRPF?
Cuando se implementó en 2007, el IRPF reemplazó al Impuesto a las Retribuciones Personales (IRP), que era considerado menos eficiente y menos progresivo. Dividido en dos categorías, este tributo graba tanto las rentas del capital (como intereses y alquileres) como las del trabajo (sueldos y jubilaciones).
Para Danilo Astori, la reforma era un paso necesario para modernizar el sistema fiscal uruguayo y acercarlo a estándares internacionales. Sin embargo, 15 años después, muchos se preguntan si el esquema necesita una actualización, especialmente porque la percepción general es que recae con demasiada fuerza en los ingresos del trabajo.
Promesas en el horizonte
En el marco de su campaña, Orsi ha sido enfático: la meta no es subir impuestos, sino hacer que el sistema sea más comprensible y menos pesado. Pero la promesa llega en un contexto en el que el Frente Amplio carga con el antecedente de haber creado el IRPF, un impuesto que aún divide aguas.
Si bien Orsi busca transmitir confianza, sus palabras no eliminan del todo las dudas de quienes temen que un eventual gobierno de izquierda pueda recurrir a nuevos ajustes fiscales. Aún así, el candidato insiste en que la prioridad no es aumentar la carga fiscal, sino encontrar maneras de simplificarla.
¿Qué queda por delante?
El debate sobre el IRPF y los impuestos en general no es nuevo, pero está lejos de terminar. Mientras algunos reclaman su eliminación o una revisión profunda, otros destacan que es una herramienta clave para financiar el Estado. Lo cierto es que, con elecciones en el horizonte, las discusiones sobre cómo se recauda y se gasta el dinero público seguirán ocupando un lugar central en el debate político.
A fin de cuentas, las palabras de Orsi son solo el comienzo de una conversación más amplia sobre el futuro del sistema tributario uruguayo. Y como suele pasar en Uruguay, el tema de los impuestos seguirá siendo un punto álgido, uno que toca no solo el bolsillo, sino también la confianza en las promesas de los candidatos.
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