Un emprendedor argentino en Uruguay adapta las tradiciones navideñas familiares a un entorno más sereno y menos bullicioso.
La Navidad uruguaya, más laica y serena, contrasta con la intensidad argentina. Gustavo Cisnero lleva sus costumbres al corazón de Punta del Este.
La llegada de diciembre marca un momento especial en todo el mundo, y aunque para muchos países significa la antesala de la Navidad, en Uruguay la historia es algo distinta. Desde 1919, este país decidió eliminar la Navidad de su calendario oficial y reemplazarla por el “Día de la Familia”, como parte de un esfuerzo deliberado por consolidar su carácter laico y separar al Estado de las influencias religiosas. Ese cambio también alcanzó al Día de Reyes ya la Semana Santa, que pasó a llamarse el “Día de los Niños” y la “Semana de Turismo”. La decisión, aunque polémica en su momento, buscaba reflejar una sociedad más plural y libre de imposiciones religiosas.
En este contexto, la Navidad uruguaya tiene una identidad propia, alejada del espectáculo y el bullicio que suelen caracterizar a las festividades en otros países de la región. Gustavo Cisnero, un tucumano de 31 años que emigró a Punta del Este en 2021 junto a su esposa, es testigo directo de estas diferencias culturales. Gustavo, quien dejó atrás una vida rodeada de casinos y gastronomía en Yerba Buena, encontró en Uruguay un nuevo hogar y una oportunidad de reinventarse. Hoy lidera “Empanadas Calentitas”, una propuesta gastronómica que ya cuenta con tres locales y ofrece una innovadora fusión de sabores, como la empanada de chivito, que combina ingredientes típicos uruguayos con la esencia de la empanada tucumana.
En esta época del año, los locales de Gustavo se destacan por su toque navideño, algo que contrasta con la discreción que predomina en otros comercios uruguayos. “No hay tanta parafernalia ni despliegue. Se arma el arbolito, pero muchas veces es apenas un gesto decorativo”, comenta Gustavo, quien recuerda cómo, en Argentina, hasta en las casas más humildes se hace un esfuerzo por montar un árbol con luces. “Acá, muchos amigos ni siquiera arman nada, y eso me sorprenderá”, agrega.
Para Gustavo, las diferencias no terminan ahí. Recuerda con nostalgia las Navidades en Tucumán, donde las mesas se llenaban de familia, los patios se colmaban de risas y la espera de la medianoche era un ritual cargado de emociones. “En Argentina, el 24 de diciembre es una fiesta grande, multitudinaria. Vienen los tíos, los primos, los novios, y la mesa se extiende hasta donde dé el patio. Acá en Uruguay es mucho más tranquilo, más relajado. Se celebra, pero sin tanto ruido”, describe.
Sin embargo, aunque Uruguay tiene un enfoque más sobrio hacia la Navidad, Gustavo y su familia se esfuerzan por mantener viva la esencia de las fiestas que recuerdan de Tucumán. Este año, el departamento de su padre en Punta del Este será un rincón argentino donde el arbolito brillará, el aroma de comidas tradicionales llenará el ambiente y las risas de sus hermanos lo transportarán, aunque sea por unas horas, a los cerros de su tierra. natal.
A pesar de que su hijo nació en Uruguay, Gustavo quiere transmitirle la magia navideña que vivió en su infancia. “Preparamos el árbol y esperamos que Papá Noel traiga los regalos para abrirlos a la medianoche. Queremos que viva la misma ilusión, aunque estemos en otro país. La costumbre no se pierde”, asegura. También destaca cómo en Argentina, la previa de la cena navideña es un espectáculo en sí mismo: preparar el asado, el vitel toné, la ensalada rusa, y compartir risas y brindis mientras los chicos corren por todos lados. “En Uruguay, la cena es más sencilla. La gente se junta con la familia chica o con amigos, comen algo rico, brinda y listo. Es más tranquilo, sin tanto espectáculo”, explica.
Aunque la Navidad no tiene reconocimiento oficial en Uruguay, Gustavo reconoce que el festejo sigue presente en los hogares, adaptado a un enfoque más laico y familiar. Lo que no se ve son pesebres o referencias al Niño Jesús, ya que la celebración se centra en la unión de la familia más que en la religiosidad. Si bien extraña el aire denso de pólvora y el ruido de los brindis ruidosos de Argentina, también aprecia la calma especial que ofrece la Navidad uruguaya, donde el mar y la tranquilidad tienen un papel protagonista.
Mientras su negocio de empanadas sigue creciendo y su familia se consolida en Uruguay, Gustavo encuentra una forma de llevar consigo un pedacito de Tucumán. Cada empanada, dorada y llena de sabor, es un reflejo de su tierra natal, y aunque la vida en Punta del Este tiene otro ritmo, ha aprendido a combinar lo mejor de ambos mundos. “Nos adaptamos. Acá no hay tanto bullicio, pero la Navidad sigue siendo Navidad. Llevamos nuestras costumbres donde vayamos, y eso es lo importante”, reflexiona.
Con la estabilidad económica y la proximidad a Argentina como factores decisivos para su mudanza, Gustavo valora la cercanía geográfica que le permite visitar a su familia con frecuencia. A pesar de las diferencias culturales, celebra haber encontrado un equilibrio entre la intensidad de las tradiciones argentinas y la serenidad que caracteriza a Uruguay. En su Navidad, siempre hay espacio para ambas realidades.
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