El impacto del gasto desmedido y el déficit fiscal refleja la presión sobre el dólar y la economía local.
Déficit fiscal y contrataciones en organismos públicos como Salto Grande y CARU disparan el dólar, en medio de críticas por gasto desmedido.
La suba del dólar en Uruguay no deja de ser un tema candente, y aunque desde las oficinas gubernamentales se intente minimizar su impacto, las consecuencias ya se sienten en la calle. Mientras tanto, el déficit fiscal sigue siendo un elefante en la habitación que nadie parece querer abordar de frente. Según fuentes económicas consultadas por Salto al Día, el manejo desordenado de las finanzas públicas y ciertas prácticas de contratación en organismos estatales están en el centro de las críticas.
En un país acostumbrado a hablar de “prudencia fiscal”, resulta paradójico ver cómo las contrataciones en entes públicos han crecido en los últimos años. Salto Grande y la CARU son dos ejemplos que aparecen recurrentemente en las denuncias. Según estas fuentes, las incorporaciones de personal en estas entidades no siempre responden a necesidades operativas reales. En cambio, se mencionan designaciones que parecen más alineadas con favores políticos que con el interés público. Esto no es un secreto, y quienes trabajan o tienen vínculos con estas instituciones lo comentan casi como un hecho cotidiano.
En el caso de Salto Grande, los datos extraoficiales hablan de un aumento considerable de funcionarios desde 2020 hasta la fecha. Se trata de cargos que, en muchos casos, no tienen una función clara o directa en la operativa diaria de la entidad. Este aumento de personal genera un impacto directo en los gastos operativos, lo que, según los economistas consultados, incrementa la presión sobre el déficit fiscal. Y si hay algo que los mercados miran con lupa, es precisamente cómo administra Uruguay sus números. La percepción de un gasto público descontrolado genera desconfianza, lo que termina traduciéndose en más presión sobre el dólar.
Algo similar ocurre con la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU). Allí también se han señalado incorporaciones de personal que, más allá de lo necesario para mantener sus funciones administrativas, parecen estar relacionadas con criterios políticos. Este tipo de decisiones envía señales negativas a los mercados internacionales y afecta la percepción de estabilidad económica del país. No se trata solo del gasto en sí, sino del mensaje que estas prácticas transmiten: un Estado que prioriza el acomodo antes que la eficiencia.
Por si fuera poco, el déficit fiscal sigue siendo un problema que el gobierno no logra resolver. A pesar de los esfuerzos discursivos para presentarse como un país con finanzas ordenadas, el déficit del sector público no financiero alcanzó el 3,2% del PIB en 2023, un dato que no pasa desapercibido en los círculos económicos. Según las mismas fuentes consultadas, este desequilibrio se agrava por el aumento del gasto público, buena parte del cual está asociado a salarios en organismos sobredimensionados. Y mientras el Estado sigue engordando su nómina, el ciudadano común tiene que lidiar con un dólar que sube sin freno y encarece todo.
La falta de intervención por parte del Banco Central del Uruguay (BCU) en el mercado cambiario tampoco ayuda a calmar las aguas. Aunque la política oficial es mantener un tipo de cambio libre, la ausencia de medidas concretas en momentos clave ha permitido que el dólar se dispare. Según los expertos, esta estrategia podría ser válida en un contexto de equilibrio fiscal y estabilidad económica, pero en el Uruguay actual, lo que se percibe es una inacción que agrava el problema.
En las calles, el impacto ya es evidente. Los comercios ajustan sus precios casi a diario, especialmente aquellos que dependen de productos importados. Desde alimentos hasta electrodomésticos, el aumento en la cotización del dólar se traduce en un costo de vida más alto para todos. Y mientras tanto, los salarios permanecen prácticamente congelados, incapaces de seguir el ritmo de esta escalada. Las familias uruguayas sienten cómo el peso de la economía se hace cada vez más difícil de soportar, mientras el gobierno parece mirar para otro lado.
La narrativa oficial insiste en que el aumento del dólar está dentro de lo esperado, pero la realidad en la calle cuenta otra historia. Los economistas coinciden en que el déficit fiscal y el gasto público descontrolado, especialmente en sectores como Salto Grande y CARU, son factores clave en esta ecuación. A esto se suma una comunicación gubernamental que, lejos de dar respuestas claras, se limita a evitar el tema, dejando un vacío que se llena de especulaciones y desconfianza.
Este panorama no es alentador. Las decisiones tomadas en los últimos años, desde la ausencia de intervenciones cambiarias hasta el aumento del gasto en áreas polémicas, han contribuido a una situación que parece cada vez más insostenible. Y aunque desde el gobierno se hable de estabilidad, lo que se ve es una economía que camina por la cuerda floja, mientras los ciudadanos sienten cómo se les escapa el peso de las manos.
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