Diciembre de 1811: miles cruzan el río Uruguay buscando libertad y esperanza en el Ayuí

El 10 de diciembre de 1811, Artigas y su gente cruzaron el río Uruguay, iniciando el Éxodo Oriental.

Artigas lidera el cruce del río Uruguay en 1811, marcando un hito en la lucha por la libertad.

El Éxodo del Pueblo Oriental comienza el 10 de diciembre de 1811 con Artigas cruzando el río hacia la libertad.


Diciembre de 1811. Ahí estaban ellos, con el río Uruguay como único testigo de una hazaña que no solo marcaría sus vidas, sino también las páginas más intensas de la historia oriental. Artigas y los suyos, esa masa heterogénea de familias, paisanos, soldados y hasta animales, comenzaron el cruce del Salto Chico, dejando atrás el suelo que los había visto nacer y resistir. Era un éxodo, sí, pero también una declaración de principios: no se iban por rendición, sino para buscar otro modo de seguir luchando.

El campamento del Ayuí se convirtió en mucho más que un refugio temporal. En ese rincón de Salto, la vida seguía, aunque todo parecía estar patas arriba. Se cocinaba con lo poco que había, los niños correteaban descalzos y las noches eran largas, iluminadas por fogones y conversaciones llenas de incertidumbre y esperanza. Porque claro, nadie sabía cómo ni cuándo terminaría aquello, pero lo que sí estaba claro era que no iban a darse por vencidos.

El contexto no era fácil de digerir. Apenas unos meses antes, Artigas había liderado la Revolución Oriental, un grito de independencia que resonó desde la Banda Oriental hasta Buenos Aires. Pero las negociaciones entre el Triunvirato y el virrey Elío cambiaron el panorama de golpe. Las tropas patriotas fueron desalojadas de Montevideo, y Artigas, lejos de resignarse, tomó una decisión radical: reunir a su gente y marcharse.

El cruce del río no fue cosa de un día. Fue un ir y venir constante, entre canoas improvisadas y corrientes traicioneras. Los relatos cuentan que hasta el ganado cruzó a nado, impulsado por gritos y palos, mientras los más pequeños observaban desde la orilla, con ojos que apenas entendían la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Y así, poco a poco, miles de personas se movieron hacia Entre Ríos, buscando un nuevo comienzo.

El Ayuí, en ese entonces, era como una metáfora de lo que estaba por venir. Era resistencia, organización y, sobre todo, esperanza. Allí se planificaron nuevas estrategias, se tejieron alianzas y se cultivó un sentido de pertenencia que sería la base del sentimiento oriental en los años siguientes. Pero no todo era épico: había hambre, frío y enfermedades, y el futuro se dibujaba en pinceladas demasiado inciertas.

El diez de diciembre fue apenas el inicio. El Éxodo del Pueblo Oriental es una de esas historias que muestran de qué están hechos los orientales: tenacidad, orgullo y un profundo amor por la libertad. Artigas, con su poncho al viento y su mirada fija en el horizonte, no solo lideró una marcha, sino que sembró una semilla que aún hoy sigue dando frutos. Porque, al final del día, no se trataba solo de cruzar un río, sino de construir un sueño. Y en eso, los orientales siempre fueron expertos.



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