Laicidad oficial y tradiciones familiares conviven en un país que no celebra oficialmente la Navidad pero mantiene viva su esencia.
Aunque Uruguay reemplazó la Navidad por el "Día de la Familia", las mesas y decoraciones muestran que el 25 de diciembre sigue siendo especial.
Uruguay, ese pequeño país lleno de historias y paradojas, tiene una curiosidad que sorprende a muchos: es el único rincón de América Latina donde la Navidad, oficialmente, no existe. ¿Cómo puede ser posible? En un continente donde el 25 de diciembre se celebra con fervor religioso y familiar, los uruguayos decidieron, hace más de un siglo, darle una vuelta de tuerca a esta tradición.
Todo comenzó en 1919, en un contexto donde la modernidad y el laicismo empezaban a ganar terreno. El país, con su espíritu reformista y su afán por diferenciarse, aprobó una Constitución que separó la Iglesia del Estado. Esto no se quedó en palabras bonitas; Fue algo práctico. Entre otras cosas, se decretó que la Navidad sería reemplazada en el calendario oficial por el "Día de la Familia". No se cambió la fecha —el 25 de diciembre sigue siendo feriado nacional—, pero sí el significado que se le dio.
Y no quedó ahí. Semana Santa, que en otros países sigue siendo sinónimo de procesiones y reconocimiento, se transformó en "Semana de Turismo". ¿El Día de Reyes? Ahora es el "Día de los Niños". Estos cambios, aunque pragmáticos, no dejaron de levantar cejas en su momento. Imaginate: un pueblo acostumbrado a celebraciones religiosas de pronto se encontraba con nombres tan neutros que, para algunos, parecía que les habían robado algo de su identidad.
Pero, ¿y cómo viven hoy los uruguayos? Ahí está lo interesante. Aunque la Navidad no tiene reconocimiento oficial, las familias siguen celebrándola a su manera. Las mesas se llenan de comidas típicas, las casas se decoran con luces y arbolitos, y los regalos son parte del ritual. Todo esto sucede de puertas para adentro, más como una costumbre cultural que como un acto religioso. Y eso tiene sentido en un país que, según Latinobarómetro 2023, es el menos religioso de la región, con un 47,2 % de personas que no se identifican con ninguna fe.
Claro, esto no quiere decir que las tradiciones religiosas hayan desaparecido por completo. En barrios del interior, por ejemplo, algunas comunidades siguen manteniendo vivas las costumbres cristianas. Las iglesias organizan actividades, y hasta se pueden escuchar villancicos en ciertos lugares. Es una mezcla peculiar: la oficialidad no reconoce la Navidad, pero la cultura popular no la deja morir.
La historia detrás de estos cambios refleja la esencia del Uruguay: un país pequeño, pero con ideas grandes, que siempre ha buscado marcar la diferencia. Para algunos, esta secularización de las festividades fue un paso hacia la modernidad y la inclusión. Para otros, fue como arrancarle el alma a fechas cargadas de significado. Pero, como siempre, los uruguayos encontraron la forma de hacerlas suyas, adaptándolas a su contexto único.
Así que, si alguna vez te preguntaste cómo sería un diciembre sin Navidad, solo hace falta mirar hacia Uruguay. Un lugar donde, oficialmente, no hay un “¡Feliz Navidad!”, pero las familias se las ingenian para que la magia del 25 de diciembre siga viva, aunque sea de manera extraoficial. Porque, al final del día, lo importante no es cómo se llama la fecha, sino lo que significa para cada persona que la celebra. ¿No es eso, en el fondo, lo que realmente importa?
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