El fin de un régimen que marcó la historia reciente y las tensiones que determinarán el rumbo de un país en busca de estabilidad.
El colapso del régimen de Bashar al-Assad abre un nuevo capítulo en Siria, marcado por divisiones internas y desafíos hacia la estabilidad.
El fin de una era: La caída de Bashar al-Assad y el incierto futuro de Siria
Este domingo marcó un punto de inflexión histórica: el fin del régimen de Bashar al-Assad tras casi 14 años de gobierno autoritario. Un avance relámpago de las fuerzas opositoras culminó con la toma de Damasco, obligando al dictador a huir y cerrando una era que dejó profundas cicatrices en Siria.
Un régimen que promete cambios
La llegada al poder de Bashar al-Assad en el año 2000 despertó esperanzas. Como joven oftalmólogo educado en Occidente, muchos lo veían como el líder que modernizaría Siria tras las décadas de control férreo de su padre, Hafez al-Assad. Durante sus primeros meses, incluso se permitió una leve apertura conocida como la "Primavera de Damasco".
Sin embargo, esta etapa de reformas fue breve. Al enfrentarse a las demandas de una democracia multipartidista, el régimen optó por la represión. La policía secreta silenciaba a los disidentes mientras las aspiraciones de cambio se desvanecían rápidamente.
De las promesas a la represión
El verdadero carácter del gobierno de Assad quedó al descubierto en 2011, cuando las protestas de la Primavera Árabe llegaron a Siria. En lugar de dialogar, el régimen respondió con violencia extrema, desencadenando una guerra civil que fragmentó el país.
Bombardeos indiscriminados, torturas sistemáticas y ejecuciones se volvieron habituales. Más de medio millón de personas perdieron la vida y millones fueron desplazadas, dejando una crisis humanitaria sin precedentes en este siglo.
Un desenlace inesperado
Hasta hace poco, Assad parecía intocable. Con el apoyo de Rusia e Irán, recuperó importantes territorios, manteniendo las zonas en conflicto estancadas. Pero un giro dramático ocurrió en noviembre, cuando una ofensiva liderada por fuerzas opositoras, incluido Hayat Tahrir al-Sham (HTS), rompió las defensas gubernamentales.
La ofensiva rebelde hacia Damasco coincidió con un debilitamiento de los aliados del régimen. Rusia, inmersa en su propia guerra en Ucrania, no pudo ofrecer un apoyo significativo. Milicias respaldadas por Irán, como Hezbollah, estaban distraídas por tensiones con Israel. Esta falta de respaldo dejó al régimen vulnerable.
Un país en incertidumbre
La partida de Assad cierra más de medio siglo de gobierno de la familia Assad, pero deja a Siria en un limbo. Con un gobierno de transición anunciado, las profundas divisiones entre facciones auguran un largo camino hacia la estabilidad.
En la arena internacional, las potencias mundiales observan con cautela. Reuniones en la Cumbre de Doha buscan coordinar un futuro para Siria, mientras la ONU aboga por un proceso liderado por los propios sirios. Sin embargo, los desafíos para alcanzar un acuerdo duradero son enormes.
Un nuevo comienzo
La caída de Bashar al-Assad es tanto el fin de un capítulo oscuro como una oportunidad para que Siria imagine un futuro diferente. La pregunta ahora es si el país podrá superar décadas de autoritarismo, sectarismo y conflicto para construir una sociedad basada en la reconciliación y la democracia.
Para los millones de sirios que han sufrido las consecuencias del conflicto, este es un momento de esperanza mezclado con incertidumbre. Como lo expresó un refugiado en Jordania: "Perdimos todo, pero ahora al menos tenemos la oportunidad de empezar de nuevo".
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