Francia cuestiona el impacto del pacto comercial en la soberanía agrícola y el medio ambiente.
El acuerdo UE-Mercosur enfrenta elogios y rechazo: Francia defiende su soberanía agrícola, Alemania lo celebra.
El Gobierno francés ha endurecido su postura respecto al acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y Mercosur, dejando claro que aún no es un hecho consumado. Tras el anuncio de Ursula Von der Leyen en Montevideo, París subrayó que el acuerdo no tiene efectos jurídicos y que su aprobación dependerá de un análisis exhaustivo por parte de los Estados miembro de la UE. Desde el Elíseo, se ha insistido en que el texto es "inaceptable" en su estado actual.
La defensa de la agricultura y la soberanía alimentaria es el núcleo de la resistencia francesa. París ha asegurado que seguirá protegiendo estos intereses "sin descanso", compartiendo estas preocupaciones con otros países como Polonia, Italia y Bélgica. Sin embargo, no todos han expresado la misma contundencia que Francia, lo que refuerza su liderazgo en esta oposición.
El rechazo francés se centra en las posibles consecuencias para su sector agrícola, que consideran amenazado por lo que describen como competencia desleal de productos importados. Desde el Elíseo también se plantean preocupaciones sobre el impacto ambiental del acuerdo, argumentando que podría poner en peligro los compromisos climáticos asumidos por Europa.
Organizaciones agrícolas francesas, como la Federación Nacional de Sindicatos de Explotaciones Agrícolas (FNSA) y los Jóvenes Agricultores, han reaccionado con indignación. En un comunicado conjunto, han calificado el anuncio de Von der Leyen como una provocación y prometieron continuar luchando contra la ratificación del pacto. Para ellos, este acuerdo sacrifica a los agricultores locales y contradice las expectativas de los consumidores europeos.
Por otro lado, la postura de Francia contrasta con el entusiasmo mostrado por países como Alemania. El canciller Olaf Scholz celebró públicamente lo que considera un paso significativo, destacando que el acuerdo abrirá un mercado libre para más de 700 millones de personas. Estas diferencias reflejan las tensiones dentro de la UE, donde los intereses económicos y políticos de los Estados miembros no siempre convergen.
El debate trasciende lo económico. Para Francia, permitir la entrada de productos de Mercosur sin controles rigurosos no solo afecta a sus agricultores, sino que también podría contradecir los estándares ambientales de Europa. Mientras tanto, desde países del Mercosur se han intentado mostrar avances en sostenibilidad, aunque esto no parece ser suficiente para París.
En este contexto, los agricultores franceses no están solos en su lucha. Las imágenes de protestas con tractores y pancartas han sido comunes en el pasado y podrían volver a repetirse. Estas movilizaciones no solo buscan proteger el sustento económico de los agricultores, sino también preservar una identidad cultural profundamente arraigada.
El futuro del acuerdo sigue en el aire. Francia parece dispuesta a usar todas las herramientas a su disposición para frenar su aprobación, mientras que otros Estados miembro abogan por los beneficios comerciales del pacto. La próxima etapa, donde los Estados analizarán el texto, será crucial para determinar si este acuerdo podrá superar las divisiones que ha generado en Europa.
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