Jornada intensa de compras por las fiestas: comercios llenos y tránsito complicado marcaron un fuerte repunte comercial.
El repunte comercial por las fiestas se sorprenderá en Salto con multitudes en tiendas y caos en el tránsito, reflejando un fin de año a todo consumo.
En los últimos veinte años, en Uruguay se ha ido apagando el espíritu navideño que antes iluminaba barrios y familias con encuentros, tradiciones y alegría. Lo que alguna vez fue una época para compartir momentos especiales hoy parece haberse convertido en una fecha más en el calendario, muchas veces llena de estrés y compromisos. Sin embargo, incluso en este panorama, las multitudes abarrotando comercios y calles en Salto este lunes demostraron que, pese al poco espíritu navideño, las ganas de consumir y aprovechar las fiestas persisten.
Este cambio en la forma de vivir la Navidad no es casualidad. Tiene raíces profundas que van desde decisiones políticas hasta factores económicos que impactan directamente en el día a día de los uruguayos. Uno de los principales motivos es la presión económica. Durante las últimas dos décadas, el costo de vida ha subido de manera constante, y las fiestas no han sido ajenas a este fenómeno. Los alimentos típicos de Navidad, como el cordero, los turrones o el clásico pan dulce, se han vuelto cada vez más caros, transformándose en un lujo para muchas familias.
Además, el peso de los impuestos y los gastos propios de fin de año no hacen más que agraven la situación. Entre aguinaldos que se estiran para cubrir deudas, listas de regalos que parecen no acabar y reuniones familiares que siempre implican un gasto extra, muchas familias terminan el año con los bolsillos más flacos que nunca, justo en el momento en que más quisieran celebrar.
Este lunes, sin embargo, el centro de Salto, el shopping y el bagashopping fueron testigos de un frenesí de compras que recordó otros tiempos. Las calles estaban desbordadas, los comercios llenos de gente y el tránsito, un verdadero caos. Parecía que, por un momento, las dificultades quedaban a un lado mientras las familias salían en busca de algo que les devolviera esa chispa festiva, aunque fuera desde un ángulo más consumista que emocional.
Los comerciantes, por su parte, vieron con buenos ojos esta inyección de actividad. “Hace años que no veía tanta gente comprando, esto es impresionante”, comentó el dueño de una tienda en el shopping, mientras despachaba bolsas a un ritmo frenético. En el bagashopping, la mezcla de visitantes locales y brasileños hizo que el bullicio fuera constante. Las jugueterías, los supermercados y las tiendas de ropa no daban abasto, y las filas en las cajas eran tan largas que más de uno decidió dejar sus compras para otro momento.
Sin embargo, el contraste no puede pasar desapercibido. Mientras algunos llenaban carros y bolsas, otras familias caminaban por las calles mirando las vidrieras, conscientes de que este año no podrán gastar tanto como quisieran. Este fenómeno es una muestra más de cómo la desigualdad económica también afecta la manera en que se viven las fiestas.
Aunque la Navidad en Uruguay no tiene el peso religioso o oficial que podría tener en otros países, la esencia de esta época aún tarde en los pequeños gestos: una mesa decorada con lo que se puede, un brindis sencillo con sidra o un regalo hecho con cariño más que con dinero. Pero esa esencia parece cada vez más diluida entre las presiones económicas y las dinámicas de consumo.
En medio de todo, Salto vivió una jornada que mezcló caos, consumo y algo de nostalgia por lo que alguna vez fue una Navidad más simple y significativa.
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