Paros y negociaciones tensan el sector cárnico mientras los trabajadores esperan ajustes salariales que se hacen esperar. Foto: Gastón Britos/FocoUy
El conflicto cárnico deja a los trabajadores enfrentando retrasos salariales, mientras paros y estrategias políticas generan incertidumbre en un sector clave para la economía y el sustento diario.
El paro comenzó a las siete y media de la mañana, como estaba anunciado, pero el conflicto tiene raíces mucho más profundas que un simple cronograma. Desde noviembre, la Federación de Obreros de la Industria de la Carne y Afines (Foica) mantiene un pulso firme con empresarios y el gobierno, en un tire y afloje que parece diseñado más para ganar tiempo que para resolver los problemas de fondo. En medio de todo, los trabajadores ven cómo las promesas de ajustes salariales se estiran como chicle, mientras el costo de vida no espera.
La discusión central gira en torno a los convenios colectivos, o más bien, a la falta de acuerdos reales. Según la gremial, participar en las votaciones propuestas por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) es prácticamente aceptar una derrota anunciada. Los números no cierran: con los empresarios y el gobierno alineados, el resultado sería un dos a uno a favor de las pautas salariales actuales. Pero no participar no es un gesto de pasividad; es una jugada estratégica. Al boicotear las votaciones, se obliga al gobierno a decretar los ajustes, un proceso que puede tardar semanas. Y aunque los aumentos sean retroactivos, el tiempo juega en contra de quienes dependen de su sueldo para llegar a fin de mes.
“Cuando hay una votación, al otro día se publica el acuerdo, y listo, los ajustes de julio y enero ya son efectivos. Pero con un decreto, el proceso se estira: hay que pasar por el MTSS, por el Ministerio de Economía y Finanzas, y finalmente, por la firma del presidente. Todo eso puede tardar entre cinco y 30 días”, explicó Cardozo, referente de la Foica, en declaraciones recientes. No es casualidad que la gremial insista en que las rondas de los consejos de salarios deben ser para negociar, no para decretar. El paro, entonces, no solo busca retrasar la aplicación de los ajustes; es una defensa de la negociación colectiva como herramienta fundamental para garantizar derechos.
Pero la medida no ha estado exenta de críticas. Desde sectores como la Unión de Vendedores de Carne, el presidente Heber Falero expresó su preocupación por el impacto en el suministro de carne, especialmente en fechas sensibles como las fiestas. Cardozo, sin embargo, desestimó estas quejas, aclarando que las plantas que paralizan actividades son agroexportadoras, con una incidencia mínima en el mercado local. “Esto no afecta el asado de las fiestas”, dijo, dejando en claro que el foco del conflicto no está en los consumidores, sino en la estructura económica que sostiene el sector.
Ahora bien, ¿qué hay detrás de este conflicto? Para algunos, es una pulseada donde cada parte intenta maximizar su posición. El gobierno, por un lado, busca evitar un impacto inmediato en las finanzas empresariales y proyectar estabilidad en un sector clave para la economía. Las exportaciones cárnicas representan una porción importante del ingreso nacional, y mantener contentos a los grandes jugadores del mercado puede ser tan prioritario como resolver las demandas laborales. Para la Foica, en cambio, el conflicto es una cuestión de principios, pero también de supervivencia. No se trata solo de ganar este round, sino de proteger la negociación colectiva como mecanismo de justicia laboral.
En el medio, como siempre, están los trabajadores. Son ellos quienes sienten en carne propia el impacto de las decisiones que se toman en oficinas lejos de las plantas y los frigoríficos. Para muchos, cada día que pasa sin ajustes es un día más en la lucha por estirar un sueldo que ya no alcanza. Mientras tanto, el sistema parece seguir un guion que ya conocemos: retrasar, dilatar, postergar. Porque aunque los ajustes sean retroactivos, la realidad es que la espera nunca beneficia a quienes dependen de cada peso.
El conflicto cárnico es más que un desacuerdo sobre salarios. Es un reflejo de un sistema que, a menudo, parece diseñado para mantener a los trabajadores en la cuerda floja. Y mientras las partes juegan su partida estratégica, el reloj sigue corriendo, implacable, dejando a los de siempre en el mismo lugar: a la espera de una solución que nunca llega a tiempo.
Únete a nuestro canal de WhatsApp
Haz clic aquí para unirteDescarga nuestra app para acceder a Salto al Día en tu móvil:
Descargar App (ZIP)