Denuncias contra el senador argentino Kueider destapan maniobras irregulares en un organismo binacional clave.
El senador argentino Edgardo Kueider fue destituido por contrabando y denuncias de maniobras irregulares en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande.
La reciente expulsión del senador argentino Edgardo Kueider del Senado de la Nación es una muestra más del entramado turbio que parece envolver a la política del vecino país. Según lo dicho en la sesión, el senador fue hallado "in fraganti" contrabandeando, un hecho que no deja margen para el beneficio de la duda. Pero lo que realmente genera ruido, tanto aquí como allá, es cómo este caso destapa una serie de maniobras políticas que dejan mucho que desear.
La senadora Anabel Fernández Sagasti, en su intervención, no se guardó nada. Denuncó cómo Kueider, valiéndose de su rol como presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, avanzaba con leyes que generaban rechazo popular. Entre ellas, la conocida "ley de bases", que causó indignación.
Además, Fernández Sagasti remarcó el papel que jugaba Kueider en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, una entidad crucial para el manejo de los recursos del río Uruguay. Según la senadora, desde ahí el ahora exsenador maniobraba para fortalecer su posición política, apoyado por aliados que parecían responder más a sus intereses que al mandato de sus representados.
Lo que llama la atención es que, según las palabras de la senadora, Kueider no solo quería quedarse con un papel clave en Salto Grande, sino también buscaba otros espacios de poder, como la bicameral de inteligencia. Esta comisión, que maneja fondos millonarios y escapa a los controles habituales, parecía ser otro objetivo en su estrategia. Inclusive se habló de un pedido para ser designado como embajador en Uruguay, un movimiento que, según Fernández Sagasti, estaría vinculado a intereses electorales en Entre Ríos.
La senadora también destacó cómo el miedo parece paralizar a muchos legisladores que, aunque quieren expulsarlo, temen las consecuencias. Este clima de encubrimiento y silencio cómplice, según Fernández Sagasti, no hace más que erosionar la confianza de la gente en las instituciones democráticas.
En sus palabras finales, la senadora hizo una reflexión lapidaria: el caso de Kueider no es un hecho aislado, sino un síntoma de una realidad más profunda, donde el uso del poder para beneficios personales y partidarios parece ser la norma. Para quienes seguimos esto desde Uruguay, resulta inevitable cuestionarnos qué impacto tienen estos hechos en una entidad binacional tan importante como Salto Grande, que debería estar al servicio del bien común y no de los intereses de unos pocos.
El Senado argentino, al expulsarlo, da una señal importante, pero queda por verse si será suficiente para reconstruir la confianza en sus instituciones. Aquí, al menos, seguimos atentos porque lo que ocurre allá también nos afecta, especialmente cuando hablamos de recursos compartidos como los del río Uruguay.
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