El Ateneo llega a sus 134 años como emblema cultural de generaciones

El 8 de enero, el Ateneo cumple 134 años, destacándose como un emblema cultural que marcó y sigue marcando generaciones.

El Ateneo conmemora más de un siglo de historia, simbolizando un espacio de encuentro cultural y social.

El Ateneo celebra 134 años de historia este 8 de enero, consolidándose como un símbolo de cultura, encuentro y resiliencia.


Lucía Fernández
Por Lucía Fernández
Periodista
Salto no solo es tierra de naranjas, termas y paisajes que cortan la respiración; también es cuna de una riqueza cultural que late con fuerza. Y el próximo 8 de enero no será un día cualquiera: el Ateneo de Salto, una joya en el corazón de la ciudad, cumplirá 134 años. Es una fecha que no se puede dejar pasar, no solo por su longevidad, sino por lo que representa: un faro cultural que ha iluminado generaciones y resistido el paso del tiempo.

Nació en 1889, en una época en la que el país estaba en plena efervescencia de ideas, cambios y movimientos sociales. En esos años, el Ateneo no solo fue un espacio físico, sino un símbolo de algo mucho más grande: la necesidad de compartir, aprender y dialogar. Porque, seamos sinceros, ¿quién en Salto no ha oído hablar alguna vez de ese edificio icónico, con su arquitectura que mezcla historia y encanto?

Lo que hace al Ateneo especial no son solo sus paredes, sino las historias que esas paredes han escuchado. Ahí, entre sus salones, desfilaron poetas, músicos, pensadores y hasta políticos que moldearon no solo la cultura local, sino también la del país. Desde tertulias literarias que se extendían hasta la madrugada, hasta conciertos que arrancaron aplausos de pie, el Ateneo fue y sigue siendo un espacio de encuentro para todos.

Pero no todo ha sido color de rosa. Con los años, este bastión cultural enfrentó desafíos que habrían hecho caer a muchos otros. Épocas de crisis económica, olvido institucional y hasta desinterés colectivo pusieron en jaque su supervivencia. Sin embargo, como todo lo que tiene raíces profundas, el Ateneo resistió. Y lo hizo gracias a la gente, a esos salteños que no dejaron que el polvo del tiempo cubriera el legado de un lugar tan esencial.

Hoy, hablar del Ateneo es hablar de memoria, de identidad y de futuro. Porque no es solo un lugar que mira hacia atrás, recordando los días dorados; es también un espacio que se reinventa para seguir siendo relevante en un mundo que cambia a pasos agigantados. En su agenda actual, siguen apareciendo eventos que convocan a artistas emergentes, talleres que invitan a aprender y encuentros que generan esas conversaciones que tanto hacen falta.

¿Quién se anima a imaginar cómo será el Ateneo dentro de otros 134 años? Es difícil saberlo, pero hay algo que parece claro: su esencia no cambiará. Esa chispa que lo convirtió en el alma cultural de Salto seguirá encendida mientras haya personas dispuestas a sostenerla.

El próximo 8 de enero, cuando el reloj marque un nuevo aniversario, no será solo una celebración de un número. Será un homenaje a lo que se ha construido, a lo que se ha perdido y recuperado, y a lo que todavía queda por hacer. Porque, si algo ha demostrado el Ateneo en su extensa trayectoria, es que los lugares pueden ser mucho más que ladrillos y cemento; pueden ser refugios para las almas inquietas, un recordatorio de lo que somos y un espejo de lo que queremos ser.

Así que, ya sea que pases frente a su fachada, te detengas a escuchar las historias de quienes lo vivieron o participes de las actividades que lo mantienen vivo, el Ateneo te invita a ser parte de su historia. Porque, al final del día, no es solo un edificio: es una parte del corazón de Salto que late al ritmo de su gente. Y eso, querido lector, no tiene fecha de vencimiento.



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