El día que Salto ardió: la ola de calor que dejó su marca en enero de 2022

El 13 de enero de 2022, Salto registró 42,5 grados, marcando un récord histórico con incendios, pérdidas agrícolas y un verano que impactó a Uruguay.

Calles vacías y cielos ardientes: el 13 de enero de 2022, Salto soportó 42,5 grados, un récord que dejó huellas en la vida de sus habitantes.

El 13 de enero de 2022, Salto alcanzó 42,5 grados, rompiendo récords y dejando un saldo de incendios, pérdidas agrícolas y animales. Una ola de calor que marcó un antes y un después.


El 13 de enero de 2022, Salto arrancó con más de 40 grados, un lujo que nadie había pedido. El calor, ese enemigo invisible pero implacable, se adueñó de la ciudad como un huésped molesto que no pensaba irse. Y no, no fue uno de esos días cálidos de verano que invitaban a la siesta bajo el aire fresco del río. Fue un horno en serio. Un 42,5 en los termómetros que dejó boquiabiertos a los más veteranos y desesperados a los más jóvenes.

Se sintió en las calles, en las casas, en los campos. La siesta —esa institución tan sagrada como el mate— quedó vacía de gente, pero llena de ventiladores y abanicos. Porque, claro, el aire acondicionado era un lujo que no todos tenían. Y los que sí, cruzaban los dedos para que el sistema eléctrico no colapsara. Pero no hubo suerte. El consumo de energía alcanzó niveles récord, y los generadores eólicos —esos que solían salvar la jugada— quedaron pintados, inmóviles por la falta de viento.

En el campo, la historia fue otra. El calor no solo asfixió a las personas; también arrasó con las producciones. Las llamas hicieron estragos en más de cien puntos del país, convirtiendo campos verdes en postales grises y chamuscadas. Y como si fuera poco, el sector avícola tuvo su propia tragedia: más de 400.000 gallinas murieron por el golpe de calor. Sí, leíste bien. Casi medio millón. Lo que en cualquier otro momento habría sido una cifra impensada, esa semana se volvió una triste realidad para los productores que no podían hacer mucho más que mirar y lamentarse.

Mientras tanto, el gobierno se vio obligado a declarar la emergencia agropecuaria y, más tarde, la avícola. Las pérdidas fueron incalculables, y el calor seguía apretando. No había tregua. Ni una brisa. Ni una nube que prometiera alivio. Y la gente, cansada, miraba el cielo como quien esperaba una respuesta que no llegaba.

Ese día no pasó desapercibido. Fue uno de esos momentos que quedaron grabados en la piel y en la memoria colectiva. Salto ardió, literalmente. Y aunque los días pasaron, el recuerdo de ese 13 de enero de 2022 quedó ahí, como una advertencia de que a veces, la naturaleza habla más fuerte que cualquier pronóstico. Y lo que dijo esa vez fue claro: el verano ya no era lo que solía ser.



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