El turismo uruguayo en jaque: los precios alejan a los brasileños y ponen en riesgo la temporada

Los turistas brasileños, clave para la economía uruguaya, están eligiendo otros destinos por los elevados costos locales. Crisis a la vista.

Playas desiertas y hoteles vacíos reflejan la crisis del turismo, afectado por el costo elevado de vivir y vacacionar.

El modelo turístico uruguayo necesita un replanteo urgente. Los visitantes extranjeros se espantan por los altos costos, dejando playas, termas y hoteles cada vez más vacíos.


Todo empieza con una imagen que conocemos bien: el sol pegando fuerte sobre la arena de Punta del Este, los bares llenos en La Pedrera, y las Termas del Daymán ofreciendo un respiro caliente en Salto. Verano uruguayo, el clásico. Pero este año algo cambió. Si te fijás bien, entre las risas y las sombrillas, empezaron a circular comentarios que no son nuevos, pero ahora suenan más fuerte. "Carísimo todo, ¿no?", suelta un brasileño mientras paga una cuenta en un restaurante de la rambla. Y no es el único.

Los turistas brasileños, esos que venían en masa buscando nuestras playas y nuestros paisajes, están volviendo a casa antes de lo previsto o, directamente, eligiendo otros destinos más económicos. "Amo Uruguay, pero no puedo justificar estos precios", comenta Márcio, un turista de Porto Alegre que solía pasar sus vacaciones en las termas de Salto con su familia. "Hace dos años gastaba la mitad. Ahora no me cierra."

La misma escena se repite en los balnearios de Rocha, en los hoteles de Montevideo y en las calles de Colonia. La queja es unánime: hospedaje, comida, ropa, todo se ha vuelto un lujo en Uruguay. Y no hablamos de caprichos extravagantes; estamos hablando de una milanesa con papas que en cualquier parador cuesta lo que en Brasil o Argentina sería una cena de lujo.

Lo irónico es que este flujo de turistas es lo que mantenía a flote a la economía uruguaya en temporada alta. Con un país que no produce petróleo, ni grandes volúmenes de exportación tecnológica, el turismo siempre fue una de las principales fuentes de ingreso. Pero estamos cerrando la puerta en la cara de nuestros vecinos, los mismos que históricamente sostuvieron nuestras playas y termas. ¿Qué estamos haciendo mal?

Los precios, claro. Pero la pregunta va más allá. ¿Es solo la inflación? ¿Es la voracidad de los comerciantes? ¿O simplemente estamos atrapados en una burbuja de costos que creció tanto que ahora se nos escapa de las manos? La realidad es que Uruguay es caro para los propios uruguayos, así que no debería sorprendernos que los extranjeros se espanten. Pero la diferencia es que ellos tienen la opción de elegir. Y la están eligiendo. Eligen Florianópolis, eligen Mar del Plata, eligen destinos donde una familia no tenga que hipotecar la casa para pasar una semana de vacaciones.

"Si Uruguay sigue así, el turismo desaparece", sentencia sin rodeos un hotelero de Piriápolis que prefirió no dar su nombre. Y la preocupación es real. El turismo interno no alcanza. No hay suficiente masa crítica de uruguayos viajando por el país como para compensar la fuga de extranjeros. Y los números están a la vista. Los restaurantes que antes tenían lista de espera ahora cierran temprano porque no vale la pena pagar horas extras al personal. Los alquileres de verano quedaron vacíos. Incluso en Punta del Este, esa burbuja dorada, se nota la diferencia.

Las termas del Daymán, por ejemplo, solían estar llenas de familias brasileñas que buscaban tranquilidad y salud. Hoy, el paisaje es distinto. Los hoteles termales que antes colgaban el cartel de "completo" ahora luchan por llenar habitaciones. "Hace cinco años, enero y febrero eran un boom. Ahora tenemos semanas enteras sin reservas", cuenta Laura, dueña de un pequeño hotel en Salto.

¿Y qué pasa con el gobierno? Se habla mucho de atraer inversiones, de potenciar el turismo, pero ¿de qué sirve si los precios espantan? Se necesitan políticas reales y urgentes que alivien la carga de quienes quieren vacacionar en nuestro país. Porque, si seguimos así, vamos a terminar siendo un país para unos pocos. Un destino elitista que solo unos pocos podrán disfrutar, mientras la mayoría se conforma con veranear en la playa más cercana.

No es cuestión de ofrecer descuentos ni promociones temporales. Es un problema estructural. Uruguay tiene que replantearse su modelo turístico. Volver a ser el destino acogedor y accesible que alguna vez fue. Porque, al final del día, no se trata solo de economía. Se trata de identidad. De lo que somos y de cómo queremos ser vistos por el mundo.

Y mientras tanto, los brasileños ya tomaron nota. Y los argentinos también. Nos están dejando. En silencio, pero de forma contundente. Y si no hacemos algo pronto, cuando miremos alrededor, nos vamos a encontrar solos en nuestras playas y en nuestras termas. Y el silencio va a ser ensordecedor.



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