Milei y Urrutia juntos en la Casa Rosada: apoyo a la resistencia venezolana y un gesto clave por la democracia

Javier Milei y Edmundo Urrutia se reunieron en la Casa Rosada. El encuentro reafirmó el apoyo argentino a la resistencia venezolana y la democracia.

Milei y Urrutia se reunieron para debatir la situación venezolana y reafirmar el compromiso con la libertad y la democracia.

Javier Milei recibió a Edmundo Urrutia en un acto cargado de simbolismo, donde ambos reafirmaron su compromiso con la lucha por la libertad en Venezuela.


Los aplausos resonaron con fuerza en la Plaza de Mayo. Miles de venezolanos, con banderas y cánticos que clamaban por libertad, esperaban ansiosos ver a Edmundo González Urrutia y a Javier Milei asomarse al balcón de la Casa Rosada. El aire estaba cargado de emoción, esperanza y, sobre todo, un sentimiento de lucha compartida. La llegada del presidente electo de Venezuela, envuelto en un fuerte operativo de seguridad, fue recibida con ovaciones que se escucharon incluso desde los pasillos más alejados del palacio.

Milei ya llevaba casi una hora en la Casa de Gobierno. Había dejado la residencia de Olivos a las 10 de la mañana, luego de pasar allí los días festivos. Puntual como siempre, llegó a Balcarce 50 a las 10:15 para recibir al líder opositor venezolano. En el lugar ya lo esperaban su hermana y secretaria general, Karina Milei, y el canciller Gerardo Werthein. Ambos serían parte del encuentro, que había sido preparado minuciosamente desde días atrás.

El clima era solemne, pero también cargado de simbolismo. No se trataba de una visita cualquiera. Urrutia llegó junto a su esposa, Mercedes López, y fue recibido con el protocolo reservado para un presidente electo. Desde la Casa Militar lo dejaron claro: el trato que se le dio fue un reconocimiento a su condición de máximo representante de la voluntad popular venezolana. Los comicios de agosto en Venezuela habían sido un fraude, y el 10 de enero, Nicolás Maduro planeaba usurpar el cargo que le corresponde a Urrutia. Esa situación crítica era el trasfondo del encuentro en Buenos Aires.

La conversación entre Milei y Urrutia duró alrededor de media hora. Fue una charla directa y sin rodeos, según contaron fuentes cercanas. Hablaron de la situación actual de Venezuela, del autoritarismo que mantiene al país en una crisis constante, y del compromiso de ambos con los valores democráticos. “La democracia se defiende con acciones, no solo con palabras”, habría dicho Milei durante la reunión. También se mencionó la situación de Nahuel Gallo, un gendarme argentino secuestrado por el régimen de Maduro, y de los venezolanos que permanecen asilados en la embajada argentina en Caracas.

El encuentro fue breve, pero no por eso menos significativo. Apenas concluyeron la reunión en el despacho presidencial, ambos salieron al balcón principal de la Casa Rosada. Cuando las puertas ventanales se abrieron, los gritos de la multitud reunida en la Plaza de Mayo se intensificaron. “¡Viva la libertad!”, “¡Gracias, Milei!” y “¡Edmundo presidente!” eran algunos de los clamores que se escuchaban. Algunos habían llegado desde temprano, antes de las 9 de la mañana, para asegurarse un lugar cercano a las rejas que separan la plaza del edificio gubernamental. Otros arribaron sobre el mediodía, pero todos compartían el mismo entusiasmo y esperanza.

En la multitud se podía ver de todo: familias completas, madres con sus hijos, jóvenes con banderas atadas a sus espaldas como capas, y adultos mayores que se emocionaban hasta las lágrimas al ver a Urrutia y Milei juntos. “Este es un día histórico”, decía un hombre que sostenía una pancarta con la frase “Libertad para Venezuela”. Las mujeres que estaban en primera fila agitaban sus manos y coreaban cada consigna, mientras que los hombres vitoreaban con fuerza cada gesto de los líderes en el balcón.

El operativo de seguridad desplegado en torno a la Casa Rosada no pasó desapercibido. La presencia de agentes armados dentro del perímetro y la presencia de francotiradores en puntos estratégicos eran parte del dispositivo montado por la Casa Militar en coordinación con el Ministerio de Seguridad y las Fuerzas Armadas. La amenaza de posibles incidentes siempre está latente en este tipo de eventos, pero la jornada transcurrió sin sobresaltos.

Cerca del mediodía, Urrutia y su comitiva se retiraron de la Casa Rosada. Se subieron a una combi que los trasladó hasta el Palacio San Martín, donde tenía agendada una reunión con el canciller Werthein y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. La visita a la Argentina era solo el primer paso de una gira internacional que tiene como objetivo reunir apoyos y visibilizar la situación en su país.

El itinerario de Urrutia continuará por Montevideo, donde será recibido por el presidente saliente, Luis Lacalle Pou. Por cuestiones de seguridad, el resto de los destinos no ha sido revelado. Sin embargo, fuentes cercanas aseguran que la gira busca reforzar alianzas con países que comparten la visión de defender la democracia en América Latina.

La visita de Urrutia a la Argentina marca un momento clave en la política internacional de Milei. Desde que asumió el cargo, el presidente argentino ha mostrado un fuerte compromiso con los valores del mundo libre, occidental y capitalista, según palabras de su propio gobierno. Esta postura lo ha llevado a tener una relación cercana con figuras que representan la oposición a los regímenes autoritarios de la región.

Mientras Urrutia sigue su camino diplomático, en Venezuela la tensión no afloja. Corina Machado, otra de las figuras claves de la resistencia, sigue en territorio venezolano, aunque oculta para evitar represalias del régimen de Maduro. La incertidumbre sobre qué ocurrirá el 10 de enero, cuando Maduro planea tomar nuevamente el poder, mantiene en vilo a miles de venezolanos dentro y fuera del país.

Los venezolanos radicados en Argentina, muchos de ellos exiliados por motivos políticos o económicos, ven en Urrutia una esperanza de cambio. “Volver a casa es nuestro sueño, pero solo lo haremos cuando haya libertad”, comentó una mujer mientras secaba sus lágrimas. Para ellos, el acto en la Plaza de Mayo fue mucho más que un gesto simbólico. Fue una reafirmación de que la lucha por la democracia no está perdida y que hay quienes, desde distintos puntos del mundo, están dispuestos a alzar la voz por ellos.


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