La negociación de más alto nivel entre Rusia y Ucrania desde el inicio de la invasión ha terminado este mediodía en Turquía sin visos de que la paz esté más cerca. En su lugar, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y su homólogo ucraniano, Dmitro Kuleba, se han lanzado graves acusaciones en sus respectivas ruedas de prensa -la una pisando a la otra- ante la perplejidad de su anfitrión turco, Mevlüt Çavusoglu.
El veterano Lavrov ha aprovechado el altavoz para renovar las exigencias rusas sobre «la desmilitarización, desnazificación y neutralidad de Ucrania», que según él, «no puede ser ni un experimento occidental ni una Antirrusia». El diplomático, que ni siquiera ha reconocido la invasión rusa, ha vuelto a hablar de «escudos humanos» y ha rechazado que la maternidad bombardeada ayer en Mariupol estuviera en funcionamiento: «Advertimos hace tres días que se había convertido en el cuartel del Batallón Azov» (milicia ultraderechista incorporada al ejército ucraniano).
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