Rodrigo Albernaz y Omar Estévez: dos fracasos de la política salteña sin rumbo ni preparación

Albernaz y Estévez llegaron al Parlamento sin preparación ni propuestas serias, evidenciando la decadencia de la representación política en Salto.
Por 26 de febrero de 2025
Rodrigo Albernaz y Omar Estévez: dos fracasos de la política salteña sin rumbo ni preparación
La política salteña, entre la inexperiencia y la falta de liderazgo: los casos de Albernaz y Estévez.

La política debería ser el reflejo de una sociedad que elige a sus representantes con base en la capacidad, la preparación y el conocimiento sobre el funcionamiento del Estado. Sin embargo, en Salto, la realidad ha demostrado que ocupar un escaño en el Parlamento no es sinónimo de idoneidad ni liderazgo. Los casos de Rodrigo Albernaz y Omar Estévez son el claro ejemplo de cómo la política puede convertirse en un espacio de improvisación, donde la falta de formación y el desconocimiento de la función pública terminan perjudicando a la ciudadanía.

Rodrigo Albernaz: Un intento fallido de liderazgo

Rodrigo Albernaz irrumpió en la escena política con la expectativa de representar a los salteños en el Parlamento. Sin embargo, su desempeño estuvo lejos de cumplir con las exigencias del cargo. Sin preparación adecuada, sin una base sólida en cuestiones legislativas y sin un discurso que demostrara un verdadero conocimiento del Estado, Albernaz quedó rápidamente expuesto como un político sin sustancia.

Quienes ocupan un escaño en la Cámara de Representantes deben entender que su función no se reduce a ocupar una banca, sino a defender con argumentos sólidos los intereses de sus votantes. En el caso de Albernaz, su paso por el Parlamento estuvo marcado por declaraciones sin peso, discursos vacíos y una incapacidad evidente para plantear proyectos o debatir temas de relevancia nacional. La política no es un escenario para improvisados, y su caso dejó en evidencia la necesidad de exigir más que solo intención a quienes aspiran a un cargo público.

El problema no es solo personal, sino estructural. Que una figura como Albernaz haya accedido al Parlamento pone en duda el criterio con el que algunos ciudadanos eligen a sus representantes. La democracia permite el acceso al poder mediante el voto, pero no puede convertirse en una vía libre para la mediocridad y la ineficiencia.

Omar Estévez: Cuando la política se usa como una extensión del negocio privado

Por otro lado, el caso de Omar Estévez demuestra otro tipo de problema: el de quienes llegan a la política sin desprenderse de sus intereses empresariales y sin asumir el verdadero compromiso de la función pública. A diferencia de Albernaz, Estévez proviene del sector empresarial y su incursión en el Parlamento no ha estado exenta de controversias.

Más allá de su inexperiencia en el ámbito legislativo, Estévez ha sido señalado por manejos cuestionables en su actividad política, lo que despierta dudas sobre su rol como legislador. Un diputado debe entender que su responsabilidad es con el pueblo y no con sus propios intereses. La confusión entre lo privado y lo público es un síntoma de una política mal entendida, donde algunos creen que llegar a un cargo es simplemente una extensión de su trayectoria personal.

En lugar de generar propuestas de peso, su presencia en el Parlamento ha sido irrelevante, sin iniciativas legislativas destacadas ni una participación activa en los debates que afectan a la sociedad. El ejercicio del poder no es un favor ni una plataforma para el beneficio propio; es un compromiso que requiere responsabilidad, preparación y una visión clara de lo que significa representar a la ciudadanía.

¿Qué pasa cuando la política se llena de inexpertos y oportunistas?

Los casos de Albernaz y Estévez reflejan un problema más grande: la falta de filtros para quienes llegan al Parlamento sin preparación ni vocación de servicio. La política uruguaya necesita representantes capaces, formados y con un verdadero compromiso, no improvisados que ocupan cargos sin la más mínima preparación ni figuras que ven la función pública como un trampolín para sus propios intereses.

Cuando los votantes eligen a representantes sin evaluar su idoneidad, el resultado es una gestión ineficiente y la imposibilidad de generar cambios reales en la sociedad. La política no es un juego ni un experimento, sino una responsabilidad que debe ser asumida con seriedad y preparación.

El desafío para los ciudadanos es claro: exigir más de quienes aspiran a representarlos. Uruguay no puede permitirse legisladores sin conocimientos ni políticos que usen el cargo para beneficio personal. La mediocridad en la política no es solo culpa de quienes la ejercen mal, sino de quienes la permiten con su voto.

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